Esto es mucho más importante. Hay que conseguir que este pequeño vencejo engorde un poco, ejercite sus alas y esté preparado para volar lejos, muy lejos. (y ya de paso si puede traerme el periódico pues mejor).
El caso es que el domingo anocheciendo, sin partidos de futbol épicos que entretengan nuestras neuronas, se escuchó cierto revuelo por el jardín.
Parecía que Maggie (la reina de la casa, o eso es lo que ella se piensa) había cazado algo y estaba jugando con ello. Pero,
- ¡¡¡ hombre Maggie, que modales son esos!!!
- Deja a ese pobre pajarillo en paz, que para eso te damos pienso del caro y te hemos dado una educación.
Así que rescatado el pajarillo de los ataques del felino y viendo que era una cría no demasiado hábil en las artes de Ícaro, pues había que someterlo a una cura de tranquilidad y buenos alimentos.
Con lo que ahora en casa tenemos a un vencejo con síndrome postraumático, que sueña con fauces de gato y que no se atreve a intentar volar.
Y además, tenemos a un gato deprimido, incapaz de afrontar la frustración de que le hayan arrebatado su primera gran presa.
Por ahora el pajarillo va poco a poco tranquilizándose, aunque hay que meterle la comida por la fuerza bruta y hay que soportar que se cague en mi camisa recién puesta cada vez que lo saco de la caja.
Para que se vaya ambientando en lo que será su futuro le ponemos algunos videos ilustrativos del tipo Lady Halcón y Los Pájaros de hitchcock.
Además a Maggie la hemos convencido enseñándole que hay muchas golondrinas cerca de casa y que aunque ahora se vayan en agosto a Africa (no entiendo porqué si ya se ha acabado el mundial) seguro que el año que viene volverán.
Así que deseando me hallo, de ver ese momento en el que el pajarillo inicie su primer vuelo hacia su libertad.